Ugo Tognazzi
De su libro de cocina para hombres
El glotón
Frutillas al vinagre
En 1946, cada vez que iba a un restaurante y había frutillas, me las hacía traer así, naturales, sin ninguna clase de aderezo y luego, casi en broma, le decía al mozo: "Tráigame el vinagre".
Cuando decía "vinagre" tanto el mozo como el dueño del restaurante me tomaban por loco y, por lo tanto, se quedaban para observar, incrédulos, la operación que yo realizaba.
Depositaba sobre las frutillas una cucharadita de vinagre, las mezclaba bien con el azúcar y, luego, me las comía.
Casi siempre los mozos apretaban los ojos, rechinaban los dientes: pero, después sentían curiosidad y me veía obligado a dejar probar mis frutillas a todos. Y casi todos se veían obligados a admitir que eran buenísimas. Porque la frutilla destruye el sabor propio del vinagre, del cual queda sólo lo agrio; mientras que el vinagre no hace más que extraer el humor más jugoso de la frutilla, suavizándola. Así la frutilla tiene verdaderamente sabor a frutilla.
A la distancia, con el tiempo, me percaté de que mi hallazgo se había convertido en una propuesta original de los restaurantes, que presentaban este dessert como un refinamiento creado por ellos. Pero son justamente los restaurantes en que yo, en gira por Italia obligado por las tournée, he propuesto "mis" frutillas, transformadas hoy en un dessert muy solicitado, tanto que me asombra realmente que aún no hayan sido bautizadas "frutillas a la Ugo".