Afectuosamente dedicado a la memoria
de mi querido e inolvidable amigo
Sergio Nicolás Mezzina,
hombre de generosidad, lealtad y calidez inagotables,
verdadero maestro de vida;
celebrando el privilegio de haberlo conocido
y acompañando a mis amigos Mónica y Alfredo.
Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.
¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.
Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.
Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.
Manuel Altolaguirre