RAÚL SCALABRINI ORTIZ
Un olvido del egoísmo
(fragmento)
En la amistad europea hay un pacto tácito de colaboración, un complot de conveniencias sin escapatorias ni empalmes sentimentales. En la amistad porteña hay un desprendimiento afectivo tan compacto que es casi amoroso. La amistad europea es un intercambio. La amistad porteña es un don: el único de esta tierra.
(...) La amistad porteña es juego más egocéntrico. Es restringida en causas y profunda. Entronca en la simpatía personal y se nutre con los sentimientos comunes.
(...) Una vez entablada la amistad es ajuste sagrado. Ni los vaivenes de la fortuna, ni los tropiezos de las empresas, ni los malogros de las intenciones pueden destruirla.
(...) La amistad porteña es una caricia de varones que no se doblegan ante el destino, ni gustan proferir quejumbres. La amistad tiene ternuras de madre. (...) La amistad no persigue remuneración alguna. Se da libremente. Un buen amigo no podría ser feliz sabiendo que sus amigos no lo son. Dos amigos forman una tertulia, un mundo completo y ficticio en el que el mundo ya no es valedero. La amistad porteña es un fortín ante el cual los embates de la vida se mellan. La amistad porteña es un olvido del egoísmo humano.
De su libro El hombre que está solo y espera, escrito en 1931, que recibió el Premio Municipal de Literatura, y el Tercer Premio Nacional de Letras de ese año.
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